FRAGMENTOS DE MEMORIAS
El guerrero y la flor, la herida y la caricia. Una canción, entonces, al oído, alguna confesión para el final.
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Sueños azules sobre un vaso y el movimiento de la mano. Imágenes nacidas en la infancia como si fueran un ramo de claveles igual a la alegría. Ojos que se han inclinado para no contemplar más la vida. Entonces los claveles están dentro.
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¿Cuántos ensayos, cuántas vacilaciones? Han pasado las horas, tres tal vez, y ahora nada sé, únicamente que es imposible mantener el impulso. Había un reloj que no daba las horas y en embargo, su dueño fijaba la mirada en él a cada instante; se sentía así confiado y podía desplazarse por el día. Lo tenía colocado en un lugar en el cual nadie más podía mirarlo. Solo él y el reloj, así inmóvil, marcaba las horas para la eternidad.
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