9 a. m.
Venía a los talleres que el dictaba en la habitación de estudio y de trabajo. Era muy constante: sábados a las 9 a m. A veces parecía que su mirada se volvía hacia dentro de sí misma o se perdía en lo inasible, en el misterio casi entre sus manos, y en la incertidumbre y alguna forma de zozobra. Un día llamó: "-todavía recuerdo y siento las sesiones de poesía, vuelvo a vivir ese efecto único que lo poético deja sobre nosotros, como una mano misericordiosa para el camino..."
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